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Perseverancia a prueba de balas

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Foto: DuPont

Stephanie Kwolek (New Kensington, 1923 – 2014) quería ser médica y salvar vidas. La ciencia fue una inspiración de su padre, un naturalista aficionado. Primero eso sí, y por la influencia de su madre, que trabajaba como costurera, quiso ser diseñadora de modas en su infancia. Finalmente fue la química la que de alguna forma le permitió hacer ambas cosas. Con su trabajo en la empresa DuPont aportó a la creación del spandex, que hoy se usa para la fabricación de prendas deportivas. También ayudó a inventar el Nomex, un material similar al nylon, que se utiliza en los trajes de bomberos para resistir al fuego. No obstante, hoy es principalmente reconocida por su contribución en la creación de uno de los materiales que ha logrado salvar miles de vidas desde su creación y comercialización. Se trata del Kevlar, una fibra tan resistente como el acero, pero además muy ligera, principal material de los chalecos antibalas, aunque en realidad tiene más de 300 aplicaciones. 

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La historia de Kwolek en DuPont comienza en 1946, donde postuló con el objetivo de juntar dinero para estudiar medicina. Lo hizo inmediatamente luego de obtener el grado de química en la Margaret Morrison Carnegie College (hoy la Universidad Carnegie Mellon) en un momento en que las mujeres no eran usuales dentro de los laboratorios. Según ella misma cuenta, obtuvo el trabajo gracias a su asertividad, ya que no dudó en poner al director de investigación Hale Charch entre la espada y la pared, pidiéndole que le dieran una pronta respuesta, ya que otra empresa la quería entre sus filas. Charch le dio el trabajo y no se arrepentiría, ya que la química pronto olvidó su amor por la medicina y se quedó en la empresa durante 40 años, haciéndole ganar en el camino miles de millones de dólares.

Según cuenta la química Stephanie Kwolek insistió tanto al encargado de la máquina de hilado para que trabajara con la solución que había creado, la 

que no tenía las características con las que suelen realizarse fibras para materiales, que finalmente cedió. "Seguramente pensó: bueno, lo intentaré y si falla, entonces se acabó", asegura Kwolek. 

Para sorpresa de ambos, fue el punto de partida del Kevlar, un material que se utiliza hoy para la confección de chalecos antibalas, además de cientos de otras aplicaciones. 

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El Kevlar, matarial realizado gracias a la fibra creada por la científica Stephanie Kwolek, tiene más de 300 aplicaciones. Aquí posa con unos guantes elaborados con este material. 
Foto: Foto AP/The News Journal

En 1960 comenzó a investigar la química de polímeros de baja temperatura para obtener fibras de gran resistencia. Era un trabajo que, según ella misma cuenta, podía realizar sin la presión cortoplacista que existe hoy en la ciencia y en la que pudo tomarse muchos años para explorar. Su investigación consistía en disolver largas cadenas de moléculas, conocidas como poliamidas, para obtener una solución que, al pasar por una máquina tal como las de hilar, se convertían en fibra. No obstante, las soluciones que se utilizaban en la construcción de materiales eran viscosas y transparentes, en cambio, la científica sólo lograba unas opacas y turbias, que en general se desechaban.

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En 1965 decidió probar una de estas soluciones, pero la persona que se encargaba del hilado se negó a utilizar la máquina, ya que temía que la arruinara con ese compuesto tan extraño. La misma científica cuenta que lo atormentó por un buen tiempo y lo convenció por cansancio. El resultado fue impresionante: una fibra fuerte y rígida, cinco veces más que el acero, resistente al fuego y a prueba de balas. Aunque Kwolek dudaba en un principio de su nuevo invento, la gerencia de DuPont puso a varios equipos a trabajar en sus aplicaciones, lo que finalmente dio origen a lo que hoy conocemos como Kevlar, una fibra en la que la empresa invirtió más de 500 millones de dólares para convertirlo en un producto de mercado.

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Kwolek donó las regalías de las patentes a la empresa, que le otorgó la Medalla Lavoisier, un galardón que entregaban a sus empleados con contribuciones sobresalientes. Hasta ahora es la única mujer que ha ganado tal premio, que se suma a varios honores que siguieron distinguiendo su trabajo.

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Aunque se retiró en 1986, continuó siendo consultora de DuPont y se dedicó a tutorizar en química a jóvenes de secundaria, incentivando a más mujeres a dedicarse a la ciencia, pidiendo a los padres que les dieran el mismo impulso que les darían a sus hijos, si ellos tuvieran esta vocación. Nada mejor además que tener a una gran referente como la misma Kwolek que desde muy pequeña luchó por cumplir con su vocación de salvar vidas, aunque lo haya logrado desde otra vereda.

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