Luchando por más mujeres en ciencia

Foto: EBRI
La neurocientífica italiana, Rita Levi-Montalcini (Turín 1909-2012), ganadora del Premio Nobel de Medicina en 1986 por el descubrimiento del primer factor de crecimiento del sistema nervioso, no tuvo fácil su camino en la ciencia. A la reticencia de su padre, que le reprochaba no dedicarse a ser madre y esposa, se le sumaban las leyes decretadas por Mussolini en contra de los judíos en 1938, lo que la obligó a abandonar la universidad. No obstante todas estas circunstancias adversas, en realidad uno de los momentos más críticos de su carrera lo vivió en su relación con la industria farmacéutica, específicamente con la empresa FIDIA, donde colaboró para mejorar la comprensión de los gangliósidos, moléculas que se encuentran en gran cantidad de células del sistema nervioso central.
“Si no hubiera sido discriminada o no hubiera sufrido persecución, nunca hubiera recibido el Premio Nobel”, aseguró la neurocientífica Rita Levi-Montalcini reconociendo cómo las dificultades forjaron su personalidad
FIDIA comercializó el fármaco Cronassial, presuntamente con su apoyo, el que posteriormente se descubrió que podía tener graves efectos secundarios en el sistema nervioso y fue retirado del mercado. Y aunque incluso se llegó a acusar que FIDIA había comprado su premio Nobel, tales afirmaciones fueron rápidamente desmentidas desde Estocolmo y no pudieron empañar sus importantes aportes al estudio del cerebro. “Si no hubiera sido discriminada o no hubiera sufrido persecución, nunca hubiera recibido el Premio Nobel”, declaró en una de las tantas entrevistas que otorgó antes de su muerte en 2012, a los 103 años.
En 1947 comenzó a trabajar con el embriólogo alemán Viktor Hamburguer, luego de que éste conociera los resultados que Levi-Montalcini había obtenido replicando sus
experimentos en el laboratorio privado que tuvo que montar en su dormitorio luego de que Turín fuera bombardeada constantemente por los aliados durante la segunda guerra mundial. Hamburguer trabajaba con embriones de pollo a los que se les había cortado sus miembros, comprobando que no desarrollaban los nervios destinados a estas regiones. Concluyó que era porque no existía una diferenciación de esas neuronas específicas. Levi-Montalcini, sin embargo, había llegado a conclusiones diferentes. Pensaba que esas neuronas sí se diferenciaban, pero morían por falta de un factor que el miembro ausente debía suministrar. El alemán, interesado por sus hallazgos, la invitó a trabajar en su laboratorio en la Universidad Washington, en St. Louis, Estados Unidos. Cuando ganó el Nobel en 1986, se cuestionó por qué no se le había otorgado a Hamburguer, un sexismo con el que la científica italiana tuvo que lidiar durante toda su vida. Cuando comenzó a estudiar medicina en la Universidad de Turín, fue sólo una de las siete mujeres entre los 300 hombres que había en la escuela.

La investigadora Rita Levi-Montalcini junto al rey Carlos XVI Gustavo de Suecia en la ceremonia del Nobel que recibió en 1986.
Foto: nobelprize.org
Descubrió el factor de crecimiento nervioso (NGF por sus siglas en inglés) en 1952, una proteína que juega un papel fundamental en la multiplicación de las células y es primordial para la diferenciación de las neuronas. Este avance, que Levi-Montalcini obtuvo junto al bioquímico Stanley Cohen, es el primero de los muchos factores de crecimiento que hoy se conocen y que aún son objeto de profundas investigaciones en todo el mundo debido a su potencial para tratar enfermedades neurodegenerativas e incluso en el tratamiento de tumores.
Rita Levi-Montalcini fue una feminista acérrima y creía que las mujeres debían tener las mismas oportunidades que los hombres. Fue la primera mujer en ser elegida miembro de la Pontificia Academia de Ciencias. Junto a su hermana gemela fundó en 1992 la Fundación que lleva su nombre, que ayuda a niñas y jóvenes, principalmente de África, a romper las barreras que impone la falta de oportunidades educacionales. Fue una fecunda escritora, destacando su autobiografía Elogio de la imperfección, en el que sobre todo recoge su perseverancia y optimismo para sobreponerse a los obstáculos. “El compromiso, la confianza en sí mismo, la serenidad y el valor son el estímulo más potente para superar dificultades de toda índole”, señaló en su discurso al recibir el doctorado Honoris Causa de la Universidad Complutense de Madrid, en 2008, valores que sin duda marcaron sus 103 años de vida.